La femme posa sa main sur la croupe du cheval et regarda le cavalier.
- Quand reviendras-tu ? demanda-t-elle
- Je ne sais pas. Le plus tôt possible.
L’homme descendit de sa monture et baisa la main qui lui fut tendue. Le couple s’embrassa et s’embrassa encore.
Les chuchotements se mêlèrent aux larmes. Même dans un jardin aussi magnifique, un départ reste un départ. Un vertige reste un vertige et la peur du néant n’est guère atténuée par la douceur d’un décor.
Incapable de savoir combien de temps s’était écoulé, le cavalier prit une dernière fois les mains de son aimée dans les siennes. Il plongea un dernière fois ses yeux dans les siens, puis s’en fut.
Son cheval noir le porta au loin.
La femme marcha tel un automate jusqu’à la roseraie. Au milieu des centaines de roses rouges, il y avait une seule rose noire. Elle la coupa et lui ôta les pétales uns par uns. Ceux-ci furent emportés au loin par le vent.
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La mujer puso la mano sobre la grupa del caballo y miró al jinete.
- ¿Cuándo volverás? preguntó
- No lo sé. En cuanto antes.
El hombre bajó de su montura y besó la mano que le fue tendida. La pareja se besó una y otra vez.
Los susurros se mezclaron con las lágrimas. Aun en un jardín tan hermoso, una partida sigue siendo una partida. Un vértigo sigue siendo un vértigo y el miedo a la nada apenas está atenuado por la suavedad del lugar.
Incapaces de saber cuánto tiempo había transcurrido, el jinete cogió una última vez las manos de su amada en las suyas. Hundió una última vez sus ojos en los suyos, luego se marchó.
Se caballo negro lo llevó a lo lejos.
La mujer anduvo como un muñeco hasta la rosaleda. En medio de centenares de rosas rojas, se encontraba una única rosa negra. La cortó y le quitó los pétalos uno por uno. Se los llevó el viento a lo lejos.
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